Los blancos y los azules by Alexandre Dumas

Los blancos y los azules by Alexandre Dumas

autor:Alexandre Dumas [Dumas, Alexandre]
La lengua: spa
Format: epub
Tags: Novela, Histórico
editor: ePubLibre
publicado: 1867-01-13T00:00:00+00:00


XXVII

Donde quiera que un ángel pone un pie, surge un milagro

La víspera del día en que el vizconde de Beauharnais debía subir al cadalso, escribió a su mujer la siguiente carta:

Noche del 6 al 7 de termidor, en la Consejería.

Quiero dedicar aún algunos minutos a la ternura, a las lágrimas y a los recuerdos, para entregarme después por completo a mi suerte y a los grandes pensamientos que surgen en mi mente al pensar en la inmortalidad.

Cuando recibas esta carta, mi querida Josefina, hará bastante tiempo que tu esposo, según el lenguaje de la tierra, no existirá ya; pero hará algunos instantes que goce en el seno de Dios la verdadera existencia. Como comprendes, no es por mí por quien hay que llorar, sino por los verdugos que me sobreviven, porque ellos hacen hoy el mal, y no le podrán remediar mañana.

Pero no ennegrezcamos con su culpable imagen estos supremos instantes. Quiero, por el contrario, embellecerlos pensando que, amado por una mujer adorable, he visto transcurrir sin que la más ligera nube empañara el sol de nuestra dicha, y como un solo día, el tiempo de nuestro matrimonio.

Sí, Josefina; nuestra unión no ha durado más que un solo día, y este pensamiento arranca un suspiro a mi corazón. ¡Qué rápido, que sereno y que puro ha pasado el tiempo de nuestro matrimonio! ¡Cuántas gracias no debo dar a la Providencia que te bendice! Hoy, ella dispone de mí antes de tiempo, y, sin embargo, en esta disposición veo un nuevo beneficio. El hombre de bien no puede vivir sin dolor y sin remordimientos, al ver al universo presa de los malos. Yo me felicitaría de abandonar este mundo, si no supiera que abandono en él a seres preciosos y queridos. Si, como dicen, los pensamientos de los moribundos son predicciones de los sucesos futuros, siento surgir uno en mi corazón que me asegura que estas matanzas van a ser suspendidas, y que a las víctimas van a suceder los verdugos.

Vuelvo a tomar el hilo de estas líneas incorrectas y aún casi ininteligibles, que mis guardianes me han hecho suspender. Acabo de sufrir una formalidad cruel y que en otras circunstancias no me hubieran hecho soportar a no arrancarme la vida. Pero ¿a qué esforzarse contra la necesidad? Justo es en mi estado sacar de todo el mayor partido posible.

Me han cortado el pelo, y he tratado de recuperar una porción, para legar a mi querida esposa y a mis hijos un testimonio inequívoco de mis últimos recuerdos… Ante esta idea, siento que se desgarra mi corazón, y que las lágrimas, rodando por mis mejillas, vienen a mojar el papel en que te escribo.

Adiós, todo lo que más amo en el mundo; amaos mutuamente, hablad de mí, y no olvidéis jamás que la gloria de morir víctima de los tiranos, y mártir de la libertad, ilustra el cadalso.



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